diciembre 18, 2011

Los rincones de la memoria son más peligrosos de lo que imaginé. Y no sólo hablo en un sentido metafórico (el cual también es cierto). Me refiero además a un sentido más objetivo.

Pero no quiero hablar aquí de los sustos y armas que de repente, sin razón ni motivo, aparecen en las calles de Caracas (una vez más: no hablo sólo en sentido denotativo, sino también connotativo).

No digo a otros, sino para decirme mejor:

"Espera y deseo se ablandan cada vez más y más, y me acunan y acarician igual que a un niño. Y la esperanza extiende su cielo sobre mí, y una imagen, su imagen, pasa vagamente por el espacio, como la Luna, a veces cegándome de luz  y a veces cegándome de sombras" (Kierkegaard, Diario de un seductor)

Volvemos entonces a aquel tema de la gota de agua que no termina de caer y… vaya que no cae. Supongo que intentaré dejar de ser la gota, para convertirme en la asceleración de gravedad: sin más motivo que la masa para hacerse fuerza.

Cuántas ganas locas de ignorar tanto peligro y quedarme… qué interés súbito en girar mi brújula del tiempo una vez más.

Pero sé que es poco asertivo, e incluso suicida… ¿o no?

Es incluso producto de espejismos y de deseos que se burlan disfrazándose de realidad.

Nada más para decir, nada más para pensar.

Ya no quiero (puedo) más.

diciembre 06, 2011

llarriak

Estaba saliendo de la universidad. Pensaba en lo injusto que habían sido mis comentarios y en lo banal que pueden llegar a ser las apreciaciones de otras personas (y por banal no quiero decir poco importantes, sino fuera de lugar, incongruentes y por tanto, insustanciales) porque las alimenta nuestra limitada visión que sólo ve lo que está justo en frente de los ojos.

La cosa es que mientras caminaba, algunos trabajadores podaban las matas que adornan las cercas moradas de la entrada a los edificios. Primer pensamiento: pobre gente… trabajar un sábado a las siete de la madrugada, debería ser penalizado… Seguro dejaron a sus familias solas, ¿dónde vivirán, serán felices? ¿Sabrán que hay cosas mejores?… ¿de verdad hay cosas mejores?

Segundo pensamiento: ¡que rico huele el monte recién cortado!… es un olor líquido, opaco, pesado y denso. Sin embargo, es gratificante.

Acto seguido: el olor que tanto me agradó, jaló de mi mano hasta llevarme a los rincones de la memoria… ese sitio que es tan cruel como acogedor. Esta vez, no obstante, fue muy amable conmigo. Diría Ulalume que repasé los pasajes enciclopédicos de la infancia.

Y tienen que ver con aquel entonces cuando visitábamos mi papá, mi abuela y yo la tumba de mi bisabuela Abigaíl para podarla y mantenerla bonita. Justo ahora me doy cuenta de todas las concepciones de la muerte (y de la soledad) que empecé a construir en ese momento.

No recuerdo con exactitud con qué frecuencia visitábamos el lugar. Intento adivinar que era cada fin de semana, o al menos, dos fines de semana de cada mes. Mi abuela llevaba consigo una máquina para podar que funcionaba con baterías (cargadas desde el día anterior) que tenía forma de plancha de ropa y cuyo uso era similar: sólo había que pasar la máquina por el césped para que éste quedara parejo y bonito. También llevaba consigo una regadera de jardinería que llenábamos en un grifo cercano al sitio de la fosa; y por último, una especie de alimento esferoidal para el césped  que recuerdo color verde muy claro.

Antes de llegar al cementerio, comprábamos un arreglo de flores para dejarlo sobre la tumba hasta la siguiente oportunidad. De manera que llegábamos, estacionábamos el coche, cargábamos con todo y caminábamos cierta distancia hasta llegar a nuestro objetivo. Ahí mi papá se encargaba de pasar la máquina por el césped (fuente del olor que ocasionó todo este viaje al pasado), de cambiar las flores viejas, de esparcir el alimento por toda la superficie del césped, de regar el césped y de esperar a que mi abuela terminara sus parlamentos de oraciones y a que se secara las lágrimas que siempre escapaban de sus ojos.

Yo debo admitir que hacía muy poco. Generalmente iba a llenar la regadera con agua. Pero la mayoría de las veces me divertía leyendo las inscripciones que habían sobre cada lápida. También comparaba de qué estaba hecha una y otra, e incluso comparaba el estado de las tumbas que (como la nuestra) eran visitadas con frecuencia y las que estaban secas, amarillas y desoladas.

 De vez en cuando me quedé a observar la llegada de un nuevo huésped. Recuerdo que colocaban una especie de tienda alta sobre el lugar del entierro. Se abarrotaba de gente vestida de negro y de coronas de flores con inscripciones en escarcha que rezaban mensajes de anhelo. El sacerdote leía cosas que nunca entendí y salpicaba con instrumentos chistosos agua sobre las urnas.

Tengo que resaltar que de todo esto, lo que más me causó misterio, o atención, eran las tumbas sobre las que habían colocado juguetes y pequeños molinitos de viento que giraban con ritmo apaciguado y cuyos colores brillaban a la luz del sol. Hice la misma pregunta mil veces:

-¿Por qué esas tienen juguetes encima?, ¿es para que el muerto no se aburra?
-No hijo… es porque esas son las tumbas de niños.


Y claro que corría por todas leyendo de qué se trataba luego de que mi abuela me gritara que no corriera sobre ellas, sino alrededor. Algunas hacían especificaciones de cómo murió, o cuántos años tenía… pero todas tenían en común que estaban muy bien adornadas y cuidadas.

Fotografía real del Cementerio del Este (Caracas, Venezuela)

Al salir del cementerio siempre comprábamos cocada (con mucha leche condensada y canela para mí) y aguas de coco naturales para mi papá y para mi abuela…

Ahora bien… hoy en día nunca vamos a visitar la tumba de mi bisabuela. Supongo que con el tiempo, se ha convertido en una de aquéllas desoladas y amarillas, sin flores en el hueco de la lápida diseñado para albergarlas. Me pregunto... más bien, creo… que eso pasa con la gente: la frecuentamos, y le damos detalles (cabe destacar que como muertos, ellos a veces no lo notan) pero de repente dejamos de estar cerca y se daña nuestro sitio juntos… aunque siga ahí, desolado, triste y sin menciones.

Es curioso cómo podemos frecuentar más a un muerto que a nosotros mismos. Creo que al final los difuntos que gozan de este privilegio (que sus familias visiten sus tumbas) nunca mueren completamente.

Un día pregunté que por qué dejamos de ir. La respuesta fue que contrataron a una empresa que ahora se encarga de realizar el mantenimiento. Una vez más: igual pasa con los vivos. Dejamos de cuidar nuestro espacio con alguien, y otra persona llegará a ocupar esas dinámicas que una vez tú protagonizaste.

Here is the issue. Todos estamos muertos, todos estamos en tumbas contiguas. Y la gente (por períodos) cuida nuestro lecho, nos traen flores en forma de palabras que dicen lo que uno quiera que digan, y entonces nuestro césped es verde y bonito.

Mi tumba imaginaria, sin embargo, es una de aquéllas amarillas. El mejor pensamiento que puedo tener es que… eventualmente en mi vida pediré ser cremado. Primero, para que nadie sienta la preocupación de visitar el sitio donde esté enterrado mi cuerpo; y segundo, para que nunca nadie me deje de visitar porque simplemente no habrá nada qué visitar, el césped no será amarillo porque nunca existirá. Supongo que al final, nada de eso importa.

En pocas palabras: cuando muera, deseo desaparecer completamente.

noviembre 23, 2011

nuestro amigo johnny

Hoy me sorprendieron en la mañana los mensajes de mi amiga Andrea. En ellos me habló, entre otras cosas, de Johnny (o Johnnhy, Jhonyh… sólo Dios y él saben cómo está deletreado su nombre en el acta de nacimiento y en la cédula de identidad). El hecho es que Johnny (como yo he decidido llamarlo en este escrito) es el conserje del colegio donde pasé el 80% de mi vida, y por ende, donde ocurrió Aquéllo.

Al parecer, Andrea, quien estudió conmigo en ese claustro académico, recientemente vio pasar al susodicho conserje cerca de su casa y no pudo detener la carcajada que salió corriendo de sus labios al recordarse de todas las divertidas bromas que hacíamos acerca del humilde señor.

Johnny es, a los ojos de todos los que en la vida pasamos por las aulas del San Agustín: el que tiene las llaves de todos los rincones, el que sabe dónde está guardado todo, el que uno ve todos los días, el que tiene la maravillosa capacidad de arreglar todo, el que es buscado por todos, el que participa (sine qua non) en todo, el que todo el mundo conoce, quien te saca de todos los apuros; en fin, todo un milagro. No existe una frase que describa a este señor que excluya la palabra "todo"…

Es además: amable, comprensivo, dispuesto, caritativo, ocupado, popular, espiritual.. es decir, toda una eminencia. Claro que no faltan las ocasiones en que lo buscas, lo buscas y lo buscas… pero el hombre seguramente anda en la resolución de algún problema que otra persona, como tú, previamente estuvo en su cacería por el mismo o más tiempo del que llevas intentando dar con su paradero. Sin embargo, por sobre todas las cosas, este inigualable señor es infinitamente chistoso.

Cuando lo ves en los pasillos (justo en esos momentos en que no te encuentras desesperado por su ayuda, porque de lo contrario, jamás te toparías con él tan naturalmente) y lo saludas con un amigable "¡Hola Johnny!", él responde con su único, adulado, ovacionado, aplaudido y esperado: "¿Mo tá?".

Y no se refiere a lo que muchos piensan, sino a su particular manera de decir "¿Cómo estás?" que, cabe destacar, dura medio segundo (tiempo suficiente para entender la frase bisilábica) y viene acompañado de una minúscula elevación de cabeza a manera de afirmación también bastante típica del famoso Johnny.

Sí… soy culpable… muchas veces repetimos el "¿Mo tá?" y lloramos de la risa por el asunto. Incluso recuerdo saludarlo sólo por el morbo de morir a carcajadas por su respuesta. Y tengo que decir que es impresionante cómo pasé 16 años en aquellos edificios, y este señor no sólo permanece invariable a través del tiempo, sino que saluda de la misma manera cada vez que diriges una frase inicial a su persona.

Este texto no pretende hacer mofa de Johnny. Todo lo contrario, es una fortuna tenerlo en mi memoria y que siga trabajando dentro de la institución que tanto me alimentó. Así que, donde quiera que estés mi querido Johnny, te deseo muchas cosas buenas para tu vida, y que de alguna forma estén retornando a ti todas las asistencias que nos prestaste y que resolvieron maravillosamente nuestras dificultades.

noviembre 03, 2011

descalzo

Bajo por la ciudad, perdido, solo, meditabundo, con una canción de fondo que repito y repito sin parar. Me justifico, (a mí no a mis acciones), apago el teléfono, pienso en el futuro, en el pasado, en el pasado futuro, en qué estará haciendo mi pasado en el futuro, en qué pensara mi pasado ahorita, pienso en las palabras.

No dejo de ver una escena en mi mente, un suscitador que llega de repente y solo, sin inicio ni final, sólo un intermedio, un diálogo que no sé por qué se dice, pero que igualmente se dice: "yo quiero que todos caminen descalzos por mi casa. Esa es mi tierra, y por mi tierra caminan las artes"

Es una mujer, joven que está visualizando su futuro hogar… limpio, acogedor, pequeño, y lo más importante es que todos al entrar dejan sus zapatos porque la condición es andar descalzos…. se lo explica a alguien, tal vez a un hombre, tal vez a sí misma o a su mejor amiga.

Justo en ese momento pasa una pareja a mi lado, en la oscuridad, tomados de la mano y ella le susurra algo al oído de él…. juegan, todo es un juego...

octubre 16, 2011

intento no.33

Si desear estuviese prohibido,
si desear fuese tan malo
como para este fugitivo,
no podría desear más de lo que pido:
que destruyas, cobarde,
mi corazón baldío.

octubre 01, 2011

untitled ("lugar")

Ya no tengo espacio en mi habitación. Cuando entro, siento la calidez del apiñamiento. Es realmente terrible en días calurosos, pero casi un milagro cuando hace frío. La otra vez, cuando abrí la puerta, sentí una especie de rugido que me hizo retroceder violentamente unos cuantos pasos. No sé si yo soy una de las accidentadas cosas que forman parte de las repletas paredes, o si bien, no he arreglado un desorden que aumenta desde hace un par de meses. No tengo espacio en mi habitación, ya ni siquiera entra la luz, y las sombras logran colarse entre las fallas del silencio. Al ras del piso, entre una cosa y otra, hay lágrimas que se cayeron una a una mientras hacía lugar para mí mismo. También tengo cuadros colgados que rezan “no debes acostumbrarte nunca” y un espejo que ya no responde con reflejos. Debajo de la cama tengo las pesadillas que utilizo todas las noches, y en mi almohada pensamientos de soberbia tan pesados como el librero colmado de palabras ajenas. Tengo una vasija de corchos, y un portarretratos. Las estanterías las abarrotan fachas que uso a diario: los distintos yo que intento exponer al mundo entero. Tengo comida que no alimenta, utensilios que sirven para suicidarse y todos los ingredientes para preparar una cena a solas. También tengo agua, una lavadora y una mesa para sentarse a tomar café. Ya no tengo espacio en mi habitación y por eso, me pregunto, ¿ahora dónde guardo tanta soledad?

septiembre 26, 2011

We are not there yet

Describiré la escena: yo... buscando un pretexto más, cuando dispuesto estaba a entregarlo todo.

Yo, que pensaba que en mi inventario no tenía más que frases incompletas y un deseo que brillaba así de triste en los rincones oscuros. Y hoy tengo la certeza de que aquel inventario, no es más que una montaña de incongruencias desorganizadas y aventadas una sobre la otra sin la mínima noción de paciencia.

No digo que no haya esperado, ni mucho menos que no lo haya previsto.

Bueno: no hay discos rayados, o soledades inconexas. No...

Lo que hay es un baúl desesperadamente irritado por las palabras de una garganta repleta de arena. No hay nada para borrar.

Pensamientos que nacen entre las lechugas y las guayabas del supermercado, vulnerablemente vegetales al tiempo (viven dos semanas en la frialdad de mi mente).

Quiero tantas cosas, y tengo tan poco tiempo. Es incluso cruel la manera en que me atraviesa de inicio a fin. Solamente espero que no se me agote rápido. Tengo tanto miedo a encontrarme un día sin segundos, a reconocerme en el borde entre un minuto y el segundo: un lugar tan calmado, como minúsculo, como atropellado.

Es imposible comprimirlo más, porque en él solamente cabe pensar en la soledad.

En ocasiones (numerosas) me alcanza para pensar en la injusticia, y en los posibles "it's meant to be" que abarquen el concepto.

Me corté el cabello, dejé de escribir, leí un poco más, dije mis verdades, viví una nostalgia, me aferré a los recuerdos, tomé té, me creí celebridad, me proyecté, me observé y me borré.

¿Todo para qué?, para volver a conseguir esos intersticios que definen desde lo siniestro, que me hacen abrir mi mundo desde lo que no es.

Nada complejo, ni elaborado. A simple little kind of free.

Me esperan en la mesa unas palabras que seguramente no entenderé, pero que admiraré; cuando en la mente me gritan otras que no son mías, pero que he desgastado en la verborragia sus funciones y la mano que las escribiría.

Ojalá se pudieran robar las palabras, ojalá pudiera sentirlas mías. Aunque, de ser así, no creo que tendrían el mismo significado que yo espero.

Esperar.... qué mentira tan despiadada que nos da el tiempo.

Creo que tengo que practicar más ejercicios de olvido.

septiembre 22, 2011

obesidad



-¿Por qué está tan pesada tu mochila? te va a salir una hernia.



-Ya tengo una... en el corazón, por andar cargando sentimientos muy fuertes.



septiembre 14, 2011

autor(re)trato



y no termina de caer...






agosto 05, 2011

me quiero borrar

Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco las palabras que no dicen nada
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco las palabras que no dicen
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco las palabras que no
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco las palabras que
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco las palabras
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco las
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a poco
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco a
Y mientras escribo esto, quiero borrar poco
Y mientras escribo esto, quiero borrar
Y mientras escribo esto, quiero
Y mientras escribo esto
Y mientras escribo
Y mientras
Y

agosto 02, 2011

sin título

Pídoles que reproduzcan la canción y lean el texto a la par de la música. *m



-¿Alguna vez has lanzado un sonido al mar?

-Mmmmm… no

-¿Te lo imaginas? Yo a veces dejo que la imaginación me lleve allí.

-¿Cómo es entonces… un sonido en el mar?

-Es como… no dejar de crecer.

Son fuerzas que atraen y expulsan al mismo tiempo.

Aunque… no existe la tensión, la corriente te relaja en el vibrar de la nostalgia.

Es libertad: expandirse sin dañar a nadie.

Es diluirse sin perderse en la inmensidad, saberte gigante y aún reconocerte vulnerable.

Luego percatas que existen distancias infinitas entre tú y el mundo. Pero no te importa, eres capaz de recorrerlas todas una y otra vez con tal de tocar cada espacio de tu cuerpo.

Habitas tus emociones, logras ver cómo el tiempo se hace espeso y delicado.

Trasciendes y migras de velocidades.

La mirada, se vuelve diminuta… tanto, que cabe en una gota de ti.

Y llega un momento, en que ya no eres nadie, sino una corriente de pretextos.

Nada importa, nada existe. Te conviertes en frecuencias pausadas, arítmicas, como el parpadeo de los ojos.

Sientes que tu cabello se estira sin dañarte, y te acaricia al roce con tu piel que ahora es marea: despiadada, rebelde y robusta; pero natural, distraída y pueril.

-¿Y el corazón?

-El corazón deja de latir…

El corazón cambia de nombre a profundidad fría, oscura, tenue. Pero no mala, más bien: melancólica.

Se vuelve ausencia, deja de esperar.

Y en ese silencio del no estar, es en el que vive el sonido que lanzaste. En ese espacio que no es... vives tú.

-y... ¿de qué color es?

-Blanco… y negro.

julio 18, 2011

el hombre que bajó aprisa las esclareras

No es una tarea común: bajar las escaleras. Luego de unos cuantos años más una noche, él asomó su cuerpo hacia la inclinada estructura. Miró por segundos el camino que le tocaba, y el pasado le impulsó a continuar la decadencia circular.

El primer paso desató los siguientes tres. Posó su mano derecha sobre los pasamanos, en un intento por mantener el equilibrio e inconcientemente, creando un fugaz obstáculo para que alguien intentara detenerlo.

Volteó por dos segundos... Nada...

Con la punzada de lo que duele volvió su cara y siguió los próximos tramos. No sabía si estaba escapando de sí mismo, y el pasado era simplemente otro pretexto.

Ahora sabe que debe ser diferente, hacerse diferente. Y con la certeza del pensamiento, terminó de bajar el primer conjunto de escalones. Siguió la forma de caracol, sintió la brisa que subía de la entrada y supo que al final de todo, al menos podría respirar algo.

Las personas se asomaban por las puertas de sus casas, que despedían el olor a almuerzo y a cinco hijos escandalosos.

Estaba huyendo de sí, iba a encontrarse con sí. Aunque él era no, y probablemente se conseguiría con otro no.

Terminó el segundo grupo de escalones, y de la nada su paso se apresuró. Yo supuse que las ganas de verse lo animaron un poco más. Pero no... fue miedo.

Aterrado de aquéllo que dejaba en cada piso, y de lo que se pudiera encontrar en el camino de regreso a la entrada, apresurose un poco más. No quería ver nada, él no quería oír nada.

Más aún: no quería pensar. Deseaba que el tiempo pasara por sus pies como los escalones. Ser tan viejo, que ya nada importase lo suficiente. Por eso la prisa: el tiempo nunca es suficiente.

Bajó la tercera etapa de escaleras y rodeó el caracol que daba hacia el último conjunto.

“¡Valor hombre!” Se dijo… “Que sea lo que sea lo que te espera allá abajo te va a encontrar donde te escondas, incluso si vuelves a subir”.

Él sigue ahí todavía: bajando unos escalones en forma de caracol que parecen no cansarse de su circularidad.

Los baja desesperado por encontrar un derrotero, o varios quién sabe... De vez en cuando toma los pasamanos para dejar que lo retrasen... pero sólo logra detenerse por unos cuantos segundos.

Yo me encuentro en la entrada, esperándolo, para decirle que las escaleras no van a terminar.

Y seguramente cuando llegue, y me vea, seguirá apresurado.

Porque al final no baja para encontrar algo o alguien.

Baja para verse a sí mismo, al amor que es no, espejo, eco, capricho. Baja para ser conquistado.

Baja para encontrarse conmigo.

julio 13, 2011

el perro de tres patas



Yo estaba ahí: con todas las palabras que se me ocurren al inicio y llegó con mil sonidos alrededor. Nos sentamos, hombro a hombro, para observar el blanco y el negro.

Los dos opuestos descifraron por nosotros el lenguaje de esa zona de encuentros que emancipa el silencio y que el tiempo galopa.

Lo de costumbre: me convertí en una topografía volcánica, con todas las ganas de estallar pero reteniendo lo incontenible hasta el final. Otra vez deseé que el tiempo no hiciera de las suyas, y esta vez... me dejó tranquilo, sereno en la soledad.

Mi magma, mi alma derretida, no hizo erupción. Por el contrario, se volvió un mar de vientos y luces.

Y caía... no a gotas, sino en una leve corriente de río.

Se acerca el fin, y lo puedo sentir. La muerte lenta e indolora de mis habitantes. Y no es por su llegada... sino por la habilidad de hacerme diferente.

Nos cubrió un naranja profundo y suave a la vez. Entendí que nada importa y no pude atrapar mi gota en la cubeta. La corriente de agua es más grande... me desborda, me moja y me limpia.

Entramos los dos en un sueño, yo me escape a otro tipo de construcción y me encontré acostado sin estarlo. Era lo mismo que ocurría en la realidad, pero con imágenes en mi mente.

Teníamos los mismos colores: eras tú, y era yo, acostados sobre la misma tela.

Y dentro de ese segundo, dentro de esa unidad de tiempo que no sé nombrar ni medir, ocurría lo paralelo. Por eso ahora no entiendo si sueño o si vivo.

No entiendo si eres, o si estás.

junio 28, 2011

en mi café

Mientras inclinaba el vaso de café, para que el líquido descendiera por la boquilla hasta la entrada de mi casa, pensé haber visto un animalito nadando entre las olas oscuras.

De inmediato, me alejé... y escrupuloso, busqué por la rendija de la tapa.

¿Qué tiene? Me pregunté... si a cada quien le toca una ola, qué bueno que él (el animalito) ya tenía la suya...

Y como no lo vi más, asumí que por ahí andaba oculto.

Opté por confesarle mis pensamientos: tal vez así encontraría confianza.

Le hablé del verde que también es azul, le hablé del tiempo y de las sonrisas.

Nadie respondió.

Y que me bebo el mar aquel de un solo golpe, y que provoco una tormenta de memorias.

¿Será que sí había un animalito?

junio 09, 2011

una plegaria muda


Han sido unas semanas raras: algunosdíasdepalabraspegadas, otros no tan afortunados... y últimamente, días de dejar fluir un azul que es verde también. 

Observé tres cosas importantes: que mis imágenes/construcciones/hemorroides mentales necesitan cambiar antes de Después, que la sangre no es el límite del cuerpo y que mi mirada es una plegaria muda...

Entre esta infinitud de cosas –inútiles y fútiles–, me acompaña la fugacidad de siempre. No había tenido tiempo ni para el tiempo, que a veces me atraviesa de largo y se escurre como un extraño por los costados del día. Se escurre entre el verde azulado que les quiero contar...

Pero me encuentro como un niño esperando en el fondo, con par de cubetitas para recojer lo que vaya cayendo: eso que es mío y que todavía no puedo explicar.

Dirán ustedes: ¿el fondo de qué?...

No sé... supongo que simplemente estoy aquí, con la cubeta para atajar la gotita de agua que no termina de caer.

junio 01, 2011

pintar un lienzo

-Hablamos mañana...
-Sí.
-Bueno... ya tú estás en mañana.

mayo 14, 2011

enfrentar el tiempo


Todos los días me pregunto… solamente aquellos días en que tengo más hambre que tiempo, o en que estoy más emocionado que recluido en mí,  es que se me olvida preguntar. Yo sé que Antes no era así, Antes era distinto… pero entonces me hago como el que no sabe y me pongo a revivir. Ya cognité la fijación morbosa de recrear en mi cabeza cosas que ya fueron, y aún así, lo sigo haciendo… como un niño caprichoso y renuente al fin de la historia.

Cuando pienso así, en Antes, me olvido un poco del Ahora… y me pregunto si Ahora va a ser así para siempre. Los otros me dicen que Después va a ser diferente, pero Después no llega nunca. No soy capaz de realizar un Después (más que imaginarlo), es muy difícil… pero me gusta verlo en las demás personas.

Ahora a veces se llena de otras cosas que me distraen de pensar en Antes. De fugacidad, por ejemplo. El otro día, cuando hablaba con ella, no pude aguantar tocar el tema… y entonces me dijo:

-Sí, eventualmente, y entonces no creo que quede mucho… ¿sabes? Esto si acaso lo saben unas cuantas personas, pero… creo que soy adicta a las mariposas y a la montaña rusa en el estómago por una ilusión. Y luego no sé qué pasa que no logro... tener la madurez para enfrentar el tiempo.

-Madurez para enfrentar el tiempo… él es como el enemigo ¿no? Ay yo también me volví adicto a las mariposas. Por eso me pongo a escribir todas las noches de mis recuerdos, se me salen unas lágrimas y termino bajo de tono. Ya estoy un poco cansado de (re)vivir puras memorias, es como negar el tiempo.

-Sí, el tiempo... y es eso: vives de lo que ya fue y eso mata todo.

-Exacto, te entiendo. Deberíamos ir un día a tomar fotos… del tiempo. Vamos a retratarlo.

-Es lo que siempre he querido hacer y se me escapa. Vamos, pero no tengo cámara.

-¡Oh fuck! Yo tampoco… bueno, ya conseguiremos otro pretexto.

mayo 02, 2011

Love is Colder than Death


As I await
here
As I await

a+: Las cicatrices del alma...
*m: ¿Cuáles son las plaquetas del alma?

He estado pensando en cómo retratar alguna parte de mi estado en estas semanas... creo que la mejor forma fue el prolongado Silencio.

Don't let your Love be colder than Death...

abril 19, 2011

motion friends


Los amigos son así: fluyen y se mueven
no sabemos por dónde ni con qué excusas
sólo "somos"
dos espontaneidades que coinciden.
Numerar es casi imposible
sólo se puede "ser".


Dedicado a mi hermosa Ji, esa amiga que se mueve en la no certeza de sabernos finitos. Ella es, después de todo, ella y nada más. Por eso solamente ella hace falta para hacerme llorar.


 

abril 10, 2011

ácido clorhídrico medicamentoso


Hoy entendí todo:
tal vez estamos en la vida de la gente
porque debemos hacerlo,
porque algo va a ocurrir
y nos necesitan cerca.

Después de todos los gritos,
me di cuenta que no me pasa nada

      ¿existe algo llamado soledad?
      ¿La compartimos, o es individual?
No es un estado de ánimo,
                     tampoco una temporalidad:
       es una característica,
un adjetivo,
que nos cultiva el niño interno
     –y cuando se acaba–
es que por fin lo consentimos
es que, finalmente, lo dejamos salir
de ahí, que la soledad sea represión
de ahí, que cuando nos acompañan
de nuestro estómago salen:
        todo tipo de ácidos,
   miradas infantiles,
         una pueril motivación.
La soledad, entonces, también es impotencia
una garganta llena de arena
con la voz delgada,
   como un líquido melífluo
   que camina lentamente
   y cae sin hacer ningún ruido
tan fina que cabe
   por una abertura estrecha
y cuando pasa, pierde la vida
            va dejando al roce, todo su color.
Te envidio, garganta colorada
por saber tomar lo que no es tuyo
por robar en tus paredes, la dulzura.


Debo explicar que el "Hoy" de esta entrada se refiere hace unas semanas atrás, entre esos veintes del mes de mayo, cuando tuvimos episodios de gastritis medicamentosa en mi casa... Supongo que el dato es necesario para entender la cosa.

abril 04, 2011

on liberty


Abrumarse. Cómo no voy a abrumarme si tengo como siete monstruos adentro: que si la casa que grita, que si la situación migratoria, que si trabajar en Quo, que si grabar los videos para el proyecto de cinzolino, que si los ensayos de Hannah Arendt, que si sociología, que si marifer, en fin… si no fuera tan perfeccionista y quisiera tener todo tan establemente solucionado, pues no me llamaría *m.

No suficiente con eso, soy tan obvio que voy caminando y las tres terceras partes de los que me ven me responden con “Qué te pasa’s?” o con miradas que contienen el mismo significado. No me pasa nada: me pasa que soy Yo quien luego juega en contra de sí mismo.

La maravillosa I estuvo platicando conmigo… y no es que excluya sus observaciones, pero son demasiado difíciles de conseguir –al menos para mí–. Luego A+ coincide en lo que me dice I, cuando tres días antes y sin saber nada ¡mi progenitora me dice exactamente lo mismo a tres mil kilómetro de años luz!

Ahora –me pregunto yo– será que la gente me conoce más de lo que yo a mí. Es obvio que calmarme es necesario... sino lo hago, en unos cuantos días estallaré en el estruendo del mundo como Ulalume en “Difícil conquista de Arturo”… Debo admitir que mis clases –muy geekmente­– son las que me mantienen alegre, es especial filosofía.

Los existencialistas, de manera muy curiosa hablan “del individuo en contra de todo el mundo”. Pues I have come to think que tienen muchos puntos a favor. Sobre todo aquel cuento de los Projects comunicándose unos con otros. Hoy nos dijeron:

(diálogo entre la teachesora invitada y mi mente)

-Sartre said “Life is meaningless” it only acquires meaning with the embracement of freedom and the responsibility that comes with it.

-True

-But the nihilist says if life is meaningless, why in the world should we be living?

-.......

    ................

        Am I really a nihilist?............

(Sería hermoso incluir algunos sonidos)

He de aclarar que no soy ningún nihilista, todo lo contrario. En tal caso sería un Serious man…. Y una que otra vez el magnífico ser ético. No elaboraré más sobre estas ideas suscitadas por Beauvoir… I will end saying that I will do my best in embracing this sort of freedom, a freedom that is not quite so at all… since it is me who sometimes constraint and mistreat my own choices.

abril 01, 2011

¿yo?


¿Por qué los signos de interrogación sólo se escriben a la izquierda y a la derecha de las preguntas, si las mías también suben y bajan? Al final, cada ganchito funge como policía que evita la divagación interrogativa de las frases. Son como dos paredes que no permiten la fuga de la contemplación. En mi opinión debería existir uno para cada dirección: mis preguntas no se calman, no cesan, observan hacia todas direcciones, me suscitan, me provocan.

Los ganchitos, sin embargo, también me rescatan entre tanta apelación, me hacen flexible. Todos dirán ¿pero por qué tanta cosa ante esta cosa? (Nótese que los signos no sólo están al final y al principio sino arriba y abajo) es que, de unos días para acá, me aburrí de esta absurda manera de conocer el mundo. Por eso de ahora en adelante he de permitir que las preguntas inerven todo centímetro de mi cuerpo, en otras palabras, he de encontrar(me) en un desorden de frases incompletas, desesperadas por derroteros, solas, inertes, que se amoldan en golpes, una infinidad de Yos que llevo años acumulando entre dos signos de interrogación.

Definitivamente la interrogación tiene dos caras así como signos: el cuestionarte y definirte o el cuestionarte y apresarte. He de encerrar una frase más en el claustro interrogativo (con toda intención porque no quiero que se escape a otros sitios) ¿qué existe entre éstos dos ethos? Pues diría mi hermosa Hannah: La acción, el vivir, la experiencia, la noción de habitar la duda. Así afirmo, sin escrúpulos, que antes decidí encerrarme entre tanta pregunta inútil, entre tanta futilidad impuesta por gente ajena que portan ojos que no ven.

Y como ya me cansé de toda arbitrariedad y totalitarismo, he de afirmar por otro lado que la acción se escribe libre, con sueños, nociones, esencias, con soledades, sin paredes que cierren cada segundo. Miguel, siempre ha sido “¿Miguel?” me dispongo a redefinir la duda que nunca se agota de responderse, desde este instante mi duda será simplemente Miguel…

Tengo que aclarar que la publicación de esta entrada fue toda una lucha. Supongo que nada de 'casualidad'. Luego de una noche y la mitad de la mañana del día siguiente fue finalmente posible... claro que las risas en compañía de A+ causadas por Raphael y Miguel Bosé durante la batalla, amenizaron bastante el sufrimiento. Ya quiero ver la entrada de su huevlog (Delirios de diva)  

marzo 26, 2011

nieve, carbón


Saúco es un árbol. Tiene cinco años: en uno de ellos él fue color verde, otro de color amarillo; el tercero, ocre melifluo y el último año quedó de los colores blanco y negro.  Siempre tuvo el sueño de sentir sus raíces entre los granos de tierra, de que el agua acariciara sutilmente su cuerpo, deseó dejar que la tosquedad de su corteza lo protegiera de las desventuras temporales. También quiso regar sus hojas envejecidas en el piso, así como los árboles viejos lo hacen de cuando en mes, y luego, verlas volar con el aliento de la brisa. Quiso, desesperadamente, crecer hacia la luz y hacia la sombra simultáneamente, con esa conciencia distraída y bipolar que la natura regala. 

Cuando fue de color verde, su agricultor lo encerró en el reprensorio de cinco paredes y barrotes de dudas. Sus raíces –hechas nervios– no tuvieron más remedio que aferrarse al piso de pensamientos latentes ¡Fue tan difícil crecer! Al siguiente año, cuando ya su cuerpecito comenzaba a fortalecerse, el despiadado agricultor lo lanzó hacia una esquina de la desmesurada prisión, al mismo tiempo que su vida se tornaba cada vez más amarilla. La suerte hepática entristeció las ramas que apenas se asomaban, el follaje frustrado desvaneció todo destello esmeralda, absorbió toda la esperanza restante: esa falsa corteza que tarde o temprano, termina fracturada.

El árbol amarillo, escondido bajo un pensamiento baldío, terminó del color de la miel: largo, elástico y delgadito, como un hilo de espesor que no escucha cuando cae, que guarda sus sentimientos uno tras otro, y mientras más sentimientos, más ocre la piel se le volvía. El agricultor nunca advirtió el paradero del árbol, en cambio, lo había dejado en el olvido, un olvido impuesto.

No pasó mucho tiempo antes que la desesperación ganara la batalla: el melifluo cuerpecito gritó desde su morada, justo hoy, el día de las flechas. Gritó para ser notado, para que su agricultor, de una vez por todas, terminara con el sufrimiento. Y así fue, el hombre recogió los retazos de piel y fue juntándolos uno a uno, como artesano que crea una nueva pieza.

Su sueño por fin sería realidad –pensó el árbol desventurado– ya lo cultivaría en la tierra fría, como lo hacen con los demás de su tipo, y crecería hasta alcanzar la ausencia de oxígeno, ahí él sería quien hiciera a los demás respirar. Sin embargo, el agricultor inmovilizó sus raíces con trazos de negro en fondo blanco, su corteza se volvió dos rayas casi verticales e irregulares que desafiaban el vacío de su nuevo destino. Las ramas, fueron hechas por el hombre altas y fuertes, pero con follaje vago, colgando una hoja que otra de la punta vegetal.

Así fue como el árbol llegó a ser real, pero en una vida congelada, de papel. Su sufrimiento también cesó, pero entre los ramajes, quedó el deseo de sentirse erguido sobre la tierra. ¿Qué acaso existe alguna otra manera de estar más vivo que la perenne sensación de deseo sin cumplir?


marzo 19, 2011

so it begins...


Gracias a mi perfeccionismo, alteración, pánico y demás defectos, tal vez nunca hubiera querido empezar algo así. De no ser por mis queridos suscitadores (muy a la Ulalume y todos con nombres: la maracuyá, alvmélie, los amigos de Quo, I, freddie, cinzolino, rutaca, entre otros) jamás haría tan vulnerable mi futilidad. A ellos, divinos, les agradezco. En especial a Á+ con su "pues ya te estás tardando" y a rutaca por siempre permanecer al ladito de mí.

Esto es: un mapa, una topografía de mi ser. Es la desesperada búsqueda de respuestas, dentro de la prisión que se denomina a sí misma a partir del marco que la esgrime. Esto es la burla de mí, una parodia cuyo autor, espectador, actor, protagonista y sátiro se llaman de la misma manera, pero se comportan a conveniencia. Es excusa para soportar los filtros. Cadáveres, santos y almas en duelo. Esto es: registrar mi conciencia de que hasta ahora, lo que he vivido son puras memorias. Esta es mi despedida insensible, la muerte lenta de todo lo que ocupa mi ser. La ausencia, es lo que encontrarán entre una esquina y otra. Y entre tantas ausencias, tonos púrpura que adornan lo que yo llamo “estar vivo”.

Aquí están mis permisos, vengo auténtico y caminante. Sin embargo; les pido –como canta Drexler– que no se fijen mucho en lo que dice, me encontrarán en cada cosa que he callado. Descubrirán puras mentiras, pues sólo hay palabras, nunca estaré yo. Tampoco existirá el tiempo, porque está hecho de experiencias y yo ­–como dije antes– sólo vivo memorias.

Esto que leen es, en resumen, la ceguera trágica que definitivamente no me deja hacer las cosas bien, la fijación morbosa de ser artista, un niño que mira una gotita de agua que no termina de caer.

Bueno, en fin, ustedes dirán: sí ¿pero qué significa todo esto? Fácil: que finalmente me he armado de valor, y me atrevo a confrontarme a mí mismo.

*m