octubre 25, 2012

diálogo


-Deberías tener celos de la luz de la luna que me acaricia y del mar que canta en mi oído. Ya ves que como tú no estás aquí, hay quien lo haga.

-Pues sabrás que no tengo celos. La luna es mi testigo y el mar mi aliado. Aunque ella te acaricia y él te canta, es mi piel la que sientes y mi voz la que escuchas.

octubre 12, 2012

misiva no. 3


Vine por ti pero no estás. Recargado en la puerta me ataca esa frustración y decido quedarme unos minutos para escribir este mensaje. No sé si voy a deslizarlo debajo de la puerta, no lo sé. Voy a intentar no escribir el "te" que le agrego al final de todos los verbos cuando hablo de ti. Intentaré utilizar al mínimo pronombres posesivos. Al final, nada nos separa porque nada nos une. La cosa es que quiero hacer las paces con el tiempo y supongo que es importante que tú lo sepas. Quería que me enseñaras la conjugación del verbo alegar y todos los usos del adjetivo enajenado. Te lo juro que venía a preguntarte. Si hubieras estado, hasta habríamos hablado de muebles y casas. Creo que habría comentado contigo mis parajes enciclopédicos deseados y al mismo tiempo prohibidos. Me habría callado para detallar cuando hablas, despacio, para que no se me olvide. Verás, olvido rápido aunque me cueste.

Anoche soñé contigo. Soñé que eras una sorpresa y que yo no te conocía y que llegabas de repente y ¡Bum! Ya te conocía y eras tú y yo agregaba el "te" final a todos los verbos porque Después... Después iba a mirarte, a cocinarte, a escribirte, a deletrearte, a besarte, te, te, te, te… tantas tes como tús y como yos había en mi sueño. Pero me desperté y quise venir a contarte todo. Qué bueno que no estás porque probablemente no lo habría dicho. Es que soy muy penoso y también tengo miedo. Creo que lo que más quería decir es esto: que me da miedo y que por favor no me espantes.

Supongo que ahora estás en algún sitio para cenar y escuchas la música que imagino, mientras también escribes un mensaje para mí. La cosa con las oraciones de mi vida es que no les faltan sujeto, sino complementos directo e indirecto. En fin, ya mejor dejo de escribir tanto y empiezo a caminar de regreso a mi ninguna parte, seguro pronto vas a llegar y yo no sabría responder por qué estoy aquí recostado en tu puerta escribiendo un mensaje. Ya sé que no me entiendes, sin embargo, pon en todos los silencios que quiero verte, que me gustas y que muero por saber que nada de esto es verdad. Eso: quiero saber que es mentira, que tú también lo eres y así nadie saldrá más dañado.

A veces quisiera ser más viejo, saber más ahora que conozco mis destrezas e ineptitudes. Es que la juventud tiene esta sañuda necesidad de relacionarlo todo con el amor, y yo, ya no estoy para estos reproches. Bueno, ahora sí mejor me voy. Tal vez otro día te cuente todo e incluso te lea esto. No es tan relevante de todas formas, hasta que empiece a escribir con “te” todos los verbos de mi vocabulario.

Tuyo,
apolínea y dionisíacamente.