julio 18, 2011

el hombre que bajó aprisa las esclareras

No es una tarea común: bajar las escaleras. Luego de unos cuantos años más una noche, él asomó su cuerpo hacia la inclinada estructura. Miró por segundos el camino que le tocaba, y el pasado le impulsó a continuar la decadencia circular.

El primer paso desató los siguientes tres. Posó su mano derecha sobre los pasamanos, en un intento por mantener el equilibrio e inconcientemente, creando un fugaz obstáculo para que alguien intentara detenerlo.

Volteó por dos segundos... Nada...

Con la punzada de lo que duele volvió su cara y siguió los próximos tramos. No sabía si estaba escapando de sí mismo, y el pasado era simplemente otro pretexto.

Ahora sabe que debe ser diferente, hacerse diferente. Y con la certeza del pensamiento, terminó de bajar el primer conjunto de escalones. Siguió la forma de caracol, sintió la brisa que subía de la entrada y supo que al final de todo, al menos podría respirar algo.

Las personas se asomaban por las puertas de sus casas, que despedían el olor a almuerzo y a cinco hijos escandalosos.

Estaba huyendo de sí, iba a encontrarse con sí. Aunque él era no, y probablemente se conseguiría con otro no.

Terminó el segundo grupo de escalones, y de la nada su paso se apresuró. Yo supuse que las ganas de verse lo animaron un poco más. Pero no... fue miedo.

Aterrado de aquéllo que dejaba en cada piso, y de lo que se pudiera encontrar en el camino de regreso a la entrada, apresurose un poco más. No quería ver nada, él no quería oír nada.

Más aún: no quería pensar. Deseaba que el tiempo pasara por sus pies como los escalones. Ser tan viejo, que ya nada importase lo suficiente. Por eso la prisa: el tiempo nunca es suficiente.

Bajó la tercera etapa de escaleras y rodeó el caracol que daba hacia el último conjunto.

“¡Valor hombre!” Se dijo… “Que sea lo que sea lo que te espera allá abajo te va a encontrar donde te escondas, incluso si vuelves a subir”.

Él sigue ahí todavía: bajando unos escalones en forma de caracol que parecen no cansarse de su circularidad.

Los baja desesperado por encontrar un derrotero, o varios quién sabe... De vez en cuando toma los pasamanos para dejar que lo retrasen... pero sólo logra detenerse por unos cuantos segundos.

Yo me encuentro en la entrada, esperándolo, para decirle que las escaleras no van a terminar.

Y seguramente cuando llegue, y me vea, seguirá apresurado.

Porque al final no baja para encontrar algo o alguien.

Baja para verse a sí mismo, al amor que es no, espejo, eco, capricho. Baja para ser conquistado.

Baja para encontrarse conmigo.