octubre 16, 2011

intento no.33

Si desear estuviese prohibido,
si desear fuese tan malo
como para este fugitivo,
no podría desear más de lo que pido:
que destruyas, cobarde,
mi corazón baldío.

octubre 01, 2011

untitled ("lugar")

Ya no tengo espacio en mi habitación. Cuando entro, siento la calidez del apiñamiento. Es realmente terrible en días calurosos, pero casi un milagro cuando hace frío. La otra vez, cuando abrí la puerta, sentí una especie de rugido que me hizo retroceder violentamente unos cuantos pasos. No sé si yo soy una de las accidentadas cosas que forman parte de las repletas paredes, o si bien, no he arreglado un desorden que aumenta desde hace un par de meses. No tengo espacio en mi habitación, ya ni siquiera entra la luz, y las sombras logran colarse entre las fallas del silencio. Al ras del piso, entre una cosa y otra, hay lágrimas que se cayeron una a una mientras hacía lugar para mí mismo. También tengo cuadros colgados que rezan “no debes acostumbrarte nunca” y un espejo que ya no responde con reflejos. Debajo de la cama tengo las pesadillas que utilizo todas las noches, y en mi almohada pensamientos de soberbia tan pesados como el librero colmado de palabras ajenas. Tengo una vasija de corchos, y un portarretratos. Las estanterías las abarrotan fachas que uso a diario: los distintos yo que intento exponer al mundo entero. Tengo comida que no alimenta, utensilios que sirven para suicidarse y todos los ingredientes para preparar una cena a solas. También tengo agua, una lavadora y una mesa para sentarse a tomar café. Ya no tengo espacio en mi habitación y por eso, me pregunto, ¿ahora dónde guardo tanta soledad?