diciembre 08, 2013

misiva no. 7

[…] entonces entendí que nunca dejé el tiempo de todos los hombres. Por el contrario, jamás caminé por segundos ajenos (chistoso pensar que serían "ajenos" cuando habrían sido míos si hubiera caminado por ellos). También entendí que el tiempo a veces es tregua y otras veces no. De tregua en treguna pasan los segundos.

Pensé en lo revelador que a veces resulta ser lo que escribo. Pensé que mi peculiar falta de memoria (o más bien, falta de recuerdos) me va a llevar a una parte maravillosa. Pensé en lo difícil que fue dejar de pensar en el futuro y en la necesidad que siento ahora por hacerlo.

(Practicar ejercicios de pensar en el futuro con desapego)

La temporada de frío se me va mientras recuerdo el pasado: día por día, tregua por tregua. Identifico ahora cuando me encuentro en la parte oscura de la realidad, el reino de las arrebatadas fantasías. En esos momentos me gusta imaginar que caminas por alguna calle bonita y que sabes que estoy pensando en ti.

Me gusta imaginar que por los accidentados derroteros de mis treguas te encontraré otra vez, aunque sea para vernos, y para saber que no podemos entrar al presente que nunca ocurre, al tiempo que no es el tiempo de todos los hombres.